El cielo es azul, la tierra blanca (Hiromi Kawakami)
«No sólo nos gustaban los mismos aperitivos, sino que también estábamos de acuerdo en la distancia que dos personas deben mantener».
El cielo es azul, la tierra blanca
(Hiromi Kawakami)
(Hiromi Kawakami)
Reseña escrita en septiembre de 2022 y publicada en 2024.
En El cielo es azul, la tierra blanca, Hiromi Kawakami nos relata una delicada historia de amor que se opone a la pasión exacerbada de las novelas rosas habituales. En su lugar, sus dos protagonistas abogan por un afecto recíproco, maduro y tierno, en el que la mutua compañía en los pequeños gestos de la vida cotidiana es suficiente pegamento como para mantener a las dos personas firmemente unidas.
Tsukiko es una mujer adulta de 38 años que todavía no ha encontrado a nadie con quien se sienta lo suficientemente cómoda como para embarcarse en una relación de pareja. Sin embargo, él entra en su vida: su antiguo profesor de japonés en el instituto coincide con ella una tarde en la taberna que ambos frecuentan, si bien hasta el momento no habían reparado conscientemente en la presencia del otro.
El instante en el que ambos comparten la barra de la taberna les hace darse cuenta de que, a pesar de las tres décadas que les separan, tienen los mismos gustos culinarios. Este encuentro fortuito es el primero de los muchos que se sucederán de ahora en adelante como fruto de la casualidad, pues ninguno de los dos —ni el maestro ni Tsukiko— hace por ver al otro; simplemente esperan coincidir en la taberna.
Estaba convencida de que el amor y yo no estábamos hechos el uno para el otro. Si tan caprichoso era el amor, no quería tener nada que ver con él.
Las tapas a base de tofu, que ambos degustan en cualquiera de sus formas (frito o hervido), combinadas con «sake» (la bebida alcohólica japonesa por excelencia), les llena el estómago a la par que les proporciona un tema de conversación banal con el que romper el hielo. No obstante, ambos mantienen en todo momento una distancia invisible; una especie de acuerdo implícito por el que cultivan una relación sustentada y reafirmada en la distancia.
Las fórmulas de cortesía, como el «usted» y el «maestro» con los que Tsukiko se dirige al profesor, son una constante en sus conversaciones. Incluso cuando empiezan a «acercarse», esta distancia mutua y, a veces, excesiva, permanece vigente entre los dos.
Dicen que nunca falta un roto para un descosido. Es evidente que yo no era el roto ideal para su descosido.
A fuerza de coincidir en la taberna, y aunque ambos son seres solitarios y reservados, la relación de amistad progresa paulatinamente desde la relativa indiferencia hacia un vínculo más afectuoso. El primer paso lo da el maestro, que aún conserva en su mente las notas mediocres de Tsukiko, mientras que ella —por su parte— no recuerda ni siquiera el nombre de su antiguo profesor.
Aun así, ninguno de los dos parece estar dispuesto a sobrepasar la barrera invisible que dota a la relación de cierta lejanía, y a sustituirla —en su lugar— por una comunicación más fluida que saque a relucir ciertas vivencias personales; anécdotas que, por el momento, prefieren guardarse para sí mismos. Este muro aparentemente infranqueable pretenden achacarlo a las tres décadas que les separan, pero ambos saben que la verdadera razón estriba en sus respectivas inseguridades.
[...] nunca había considerado a los demás personas de carne y hueso. No había caído en la cuenta de que cada uno de ellos tenía su propia vida, llena de altibajos como la mía.
El exceso de formalidad que caracteriza a la relación de Tsukiko con el maestro, bien apreciado por ambas partes al principio, termina por hacer mella en Tsukiko, quien ansía ser amada por el maestro. Sin embargo, en la mente de él aún perdura el recuerdo de su exmujer, la misma que lo abandonó tiempo atrás.
En noches como ésta, abro el maletín del maestro. En su interior no hay nada, sólo un vacío que se extiende. Un enorme espacio vacío que crece sin parar.
Convencida de que debe alejarse del maestro, Tsukiko reduce sus visitas a la taberna. Sólo cuando cree estar segura de que el maestro ya no despierta emoción alguna en ella, regresa al epicentro de sus encuentros, donde le aguarda una noticia inesperada.
Ya no eran sólo las cebollas lo que me irritaba los ojos, ahora también lloraba pelando manzanas.
¿Hay alguna oportunidad para que esa relación con el maestro, últimamente interrumpida, se formalice oficialmente como una relación de pareja; como una relación de amor mutuo, en la que se permita una mayor cercanía sin que ello suponga un motivo de reparo, vergüenza u ocultamiento?
Opinión personal
En El cielo es azul, la tierra blanca, nos encontramos con una historia de amor maduro entre dos personajes de edades bien diferentes; dos individuos que necesitan mucho espacio personal y que luchan por acortar distancias a medida que dejan fluir los sentimientos por el otro. Es una novela breve y sencilla que debe leerse desde la calma y la tranquilidad.
Si bien relata una historia de amor, la relación que los dos protagonistas de la novela mantienen se construye de forma muy progresiva y sutil, como todo lo que ha de durar en el tiempo. El lector no va a encontrar (afortunadamente) un texto repleto de pasión desenfrenada, sino la conexión entre dos personas con tres décadas de separación entre sí que, sin embargo, comparten tanto los aperitivos que acostumbran a tomar en la taberna como la distancia social que mantienen respecto a quienes les rodean.
La novela de Hiromi Kawakami es una delicada narración que se aleja de las convencionales historias de amor juvenil y apasionado en favor de un amor maduro y tierno; un amor en el que la mutua compañía en los pequeños gestos de la vida cotidiana es más que suficiente.
De entre todos los motivos por los que me ha gustado el libro, destaco especialmente la sutilidad con la que Hiromi Kawakami relata la historia. Creo que la autora narra la relación de Tsukiko y el maestro con una gran delicadeza. Nos muestra el vínculo amoroso entre estos dos personajes sin emociones excesivamente intensas. Sí hay veracidad y honestidad en el amor que sienten el uno por el otro, sobre todo en el que Tsukiko le profesa al maestro, pero en ningún momento este sentimiento deja de responder a emociones contenidas, que no pasan por grandes pasiones y que tampoco pretenden disfrazarse de arrebatos de amor desmedido.
Lloré porque el maestro se había ido antes de que me acostumbrara a él.
Así pues, da la sensación de que la intención de la escritora es probar que el amor puede sentirse con mucha profundidad sin que ello tenga que conducir sí o sí a manifestaciones exageradas e invasivas; algo en lo que coincido por completo, porque pienso que es en los pequeños detalles donde el amor está más presente: cuando adquiere una forma más simple y desinteresada; más verdadera y menos pretenciosa.
Más literatura extranjera
Entiendo que, como persona nacida en España, en la literatura extranjera habría de caberme todo aquello que no ha sido escrito por un autor originariamente español. Sin embargo, en esta ocasión, utilizo este concepto para aludir a las obras de aquellos escritores que proceden de países con los que generalmente, como lectores españoles, estamos menos familiarizados.
Así pues, la literatura extranjera a la que me refiero no coincide esta vez con libros de autores ingleses (Charles Dickens), franceses (Émile Zola) o austríacos (Stefan Zweig), sino que abarca escritores de otras partes del globo terráqueo.
Por eso, en esta ocasión, mi aporte es una reseña de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, para quien quiera incluir la literatura nigeriana y africana en su lista.
Más literatura japonesa
Para terminar, recopilo a continuación (sin orden preferente) los libros de escritores japoneses que creo que pueden recomendarse fácilmente:
1. Tokio Blues (Haruki Murakami)
2. Los años de peregrinación del chico sin color (Haruki Murakami)
3. Ella en la otra orilla (Mitsuyo Kakuta)
4. El cielo es azul, la tierra blanca (Hiromi Kawakami)
Agradecimientos
[...] decía Cervantes: saber sentir es saber decir. Palabras de Luis Landero en su libro El huerto de Emerson. Yo espero haber sabido decir lo que esta lectura me ha hecho sentir. Muchas gracias, visitante, por dedicar tiempo a este blog. ¡Nos vemos en la siguiente ocasión!